Valdecuenca, donde las aguas danzan al compás del barranco Melero, es un rincón en la Sierra de Albarracín que se abraza a la esencia de la sabina.
Enmarcado por las hoces fluviales, revela sus raíces a través del poblado ibérico del Cerro del Molino, tesoro arqueológico que susurra historias del pasado.
La iglesia de San Nicolás, erigida con la maestría del gótico levantino a finales del siglo XVI, se alza como testigo del devenir del tiempo.
Su estructura, envuelta en la frescura clásica, abraza la espiritualidad del lugar. A los pies, la torre cuadrada se yergue con solidez, marcando el horizonte.
En armonía con la carretera, la ermita de San Roque, construida en 1618, se presenta como un santuario que acoge la devoción del pueblo. Su única nave, acunada por la bóveda de crucería estrellada, cuenta historias entrelazadas con la esencia clasicista de la época.
Cerca de la carretera, la ermita de la Purísima se erige coetánea, compartiendo la elegancia de la bóveda de crucería que abraza su nave única.
Ambas ermitas, joyas arquitectónicas, son faros que iluminan el alma del pueblo.
Valdecuenca, donde la sabina pinta paisajes de verdor y el barranco Melero canta susurros ancestrales, invita a explorar la conexión entre el presente y el pasado. Un rincón donde la historia se entreteje con la naturaleza, revelando la autenticidad y la profundidad de sus raíces en cada rincón del territorio.